Viví en un pueblo que me dejó vacío.
Empecé a recorrer el pueblo cada fin de semana buscando algo que me pudiera rescatar de mi trágica separación. Por meses esperé que algo pasara y sin embargo, nunca pasó nada.
Mi rutina me empezaba a asquerar, trabajaba en un almacén y cada semana veía a las mismas personas comprando las mismas cosas. Nunca se agotaba el papel de envolver regalos, tampoco los juguetes. Había una caja llena de serpentinas que se mantuvo intacta todo el tiempo que estuve ahí.
Luego trabajé en el mercado y me di cuenta que los cerdos y los pavos se vendían por igual durante todo el año. Incluso las uvas se pudrían. El romero, la lavanda y el eucalipto que se usaban para sahumar, se partían en trozos diminutos de tan tostados que estaban.
Siempre me pregunté qué diablos le pasaba a este pueblo, no celebraban nada en común. Algunas veces escuchaba que alguien cumplía años, pero no invitaban a nadie. Me enfermaba el hecho de que un sábado por la noche no tendría que odiar a mis vecinos por no dejarme dormir.
El pueblo no celebraba aniversarios, tampoco tenía ferias o reinados. Nunca hubo un concierto ni un torneo de fútbol. Los perros nunca sentían miedo por la pólvora porque nunca la usaban. Las personas solo compraban ropa cuando se les rompía algo que no se podía remendar. No habían teatros ni museos. Ni siquiera los niños tenían semana cultural en la escuela.
Un día pasó una caravana de ciclistas por la carretera principal y fue lo más culto que pude ver en muchos meses. Salí corriendo detrás de ellos y dejé mis pertenencias olvidadas en ese pueblo de maniquíes vivos que me vaciaban el alma con su sofocante silencio. Con cada paso que daba sentía que mi cuerpo se llenaba y dejaba de sentirme como un cascarón de piel que se limitaba a respirar. El viento que golpeaba mi rostro secaba las lágrimas que dejaban salir la frialdad de un pueblo muerto.
Lo único que deseaba era llegar a cualquier lugar donde se me permitiera gritar, pintarme la cara, abrazar a extraños, comer hasta hartarme, beber y bailar durante días. Lo único que quería era vivir.
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