Desde hace mucho tiempo he dudado de la efectividad de la democracia y cada día me convenzo más de que este modelo político se ha quedado estancado a través de los años, le hace falta evolución. Esto no quiere decir que la democracia sea una catástrofe o un modelo fallido, pues en los países o regiones donde se ha implementado son más prósperos y respetuosos de la libertad en contraste con aquellos que implementan otro modelo. Aún así, insisto, la democracia empieza a mostrar grandes fallas que expondré a continuación:

Concepto y término

Desde que estábamos en la secundaria nos enseñaron que, según la la etimología griega, democracia significa «poder (kratos) del pueblo (demos)», es decir, que el pueblo es quien gobierna, quien dictamina las leyes que se van a aplicar en el estado. Primer error. En la práctica lo que hace la democracia no es darte poder de gobernar sino de elegir por quién ser gobernado. Ahora, los gobernantes elegidos tienden a sugerir que son los representantes de un pueblo que confió en sus propuestas. Lo que ocurre con esto es que los ciudadanos pueden tener afinidad con alguna política de su representante electo, pero no con otras, en este aspecto hay un sensación agridulce en el votante que empieza a tener una desaprobación de la gestión del gobernante incluso si votó por él. Hay múltiples gráficos de encuestas de aprobación en Internet que no corresponden con el porcentaje de votación contra el índice de favorabilidad.

Quien gobierna, cree que fue elegido como señor feudal y que podrá hacer lo que su voluntad le antoje, por decirlo de una forma. Se suelen escuchar frases como «los colombianos me entregaron su confianza para…[lo que sea que esté a punto de hacer]», puede cambiar el gentilicio por cualquier otro.

Lo que hacemos al votar es ceder el poder que como pueblo tenemos, el poder (kratos) que tenemos como pueblo (demos), lo estamos cediendo a una sola persona quien tendrá las facultades de decidir por nosotros.

Dependencia

Claro, para poder llegar al poder, un candidato no solo debe crear propuestas sino que debe tener una campaña de marketing fuerte para poder lograr el puesto. Por eso la política está cargada de muchos incompetentes políticos con gran oratoria y patrocinadores que financian sus campañas. Finalmente estos gobernantes van a orientar sus políticas para beneficiar a quienes los financiaron (Véase el informe: Política, dinero y poder de la OEA).

Supongamos que usted es una persona estudiosa de la sociedad, ha investigado las problemáticas sociales, descubre qué soluciones pueden aplicarse en su comunidad, las compara con otras regiones que la han implementado y además en su modelo de propuesta ha agregado otros factores según el entorno. Tiene el modelo perfecto para mejorar su sociedad. Sin embargo no conoce a nadie que desee aportar dinero a su potencial campaña electoral. Puede ser porque no le conviene o porque usted no es alguien famoso o públicamente conocido, o quizás usted no tiene cualidades de liderazgo y no convence a otras personas, aunque sí tiene la capacidad de brindar las soluciones. En ese caso usted difícilmente logrará obtener un puesto de poder político.

Las campañas electorales más que propuestas políticas de interés público se convierten en una competencia de marketing con grandes apostadores que luchan por quedarse con un porcentaje de la cartera pública. Si usted cree que esto no es así, entonces cuestione por qué el presidente Duque (Colombia 2018-2022) en su propuesta electoral prometió no hacer fracking y en contra de su propia propuesta, aprobó esta técnica hace unos meses. Una cosa es prometer construir un millón de casas para los más pobres y no lograrlo por falta de recursos (promesas incumplidas por desconocer la capacidad económica del país o por puro populismo) y otra cosa es prometer hacer algo y luego hacer todo lo contrario (promesa incumplida por medio del engaño).

Por supuesto que el apalancamiento económico electoral se presta (y mucho) para cometer actos de corrupción: compra de votos, favores políticos, asignación de contratos, etc.

Desconozco si hay algún órgano del estado que se encargue de vigilar las promesas de campaña y asegurarse de que se cumplan o que al menos no sean contraproducentes. Si lo hay, no está haciendo su trabajo.

Ignorancia

El problema de tener tanto incompetente y mentiroso en puestos de poder se debe al hecho de que los votantes somos ignorantes en gran manera. No se ofenda, reflexione. Piense en algo, usted que está leyendo este texto y tiene al menos un mínimo interés en la política: ¿sabe cuántos congresistas tiene su país? ¿cuántos concejales su ciudad? ¿qué hace un concejal? ¿cuántas comisiones tiene la cámara de representantes y para qué sirven? ¿cuánto es el PIB del país? ¿cuánto es el presupuesto de su ciudad por regalías? ¿cuánto dinero se recauda por impuestos? ¿qué facultades tiene el presidente? ¿cuál es el indicador de violencia o economía de su departamento? Me detengo aquí porque habrán muchas preguntas más de las cuales probablemente usted ni yo podemos responder. Admitamos algo, somos políticamente ignorantes. Puede que usted sepa algunas cosas y yo otras, pero hay personas que saben menos que eso o nada. Esa ignorancia es bien utilizada por los candidatos y gobernantes, conviene mucho que las personas que son ignorantes (generalmente por decisión propia: falta de interés) sean aquellas que tienen poder para ceder.

Por eso es que la registraduría y los candidatos sugieren al electorado que salgan a votar, dicen: «todos a las urnas» con alegría y unanimidad, quizás lo único que tienen en común las diferentes orillas políticas. Porque saben que el votante medio no sabe por quién votar. Se identifica con algún candidato porque en su familia siempre han votado por ese partido durante muchos años o porque en su universidad u oficina sus compañeros hablan de lo bueno o malo que fue cierto candidato. Como en muchas decisiones de la vida, actuamos por emoción, no nos detenemos a pensar si es cierto lo que dice un líder de opinión a quien se admira, si es verdad que cierto candidato tiene la preparación para el cargo o si las propuestas ofrecidas tienen un presupuesto adecuado para que se puedan hacer realidad. No, no nos preocupamos por esas cosas, simplemente nos dejamos llevar por las emociones y nos enceguecemos, dejamos de ser votantes y nos convertimos en adeptos, feligreses de un caudillo. A tal punto que nos encontramos con familias divididas, amistades acabadas, insultos de todo tipo e incluso amenazas serias entre personas que piensan distinto.

Mayoría

La democracia impulsa el sentimiento de mayorías y minorías. Es decir, la mayoría gobierna la minoría. Los gobernantes son elegidos por voto popular, la mitad más uno. Incluso si la diferencia fuera de solo un voto, el gobernante elegido no tendrá en cuenta las decisiones de la «minoría» porque dirá que «su pueblo le entregó el poder para gobernarlos a todos». Las minorías sin importantes, incluso las minorías reales (no las de la mitad menos uno), porque algunos candidatos o representantes tienen ideas que pueden ser útiles para la sociedad. Una vez derrotados en las urnas, son olvidados ellos y sus ideas.

Las minorías son condenadas al olvido. Por ejemplo, si la mayoría de las personas fueran homosexuales, las leyes de matrimonio (pensión y salud) y adopción homosexual estarían aprobadas hace mucho tiempo. Sin embargo, al representar una minoría, éstas deben buscar un apadrinamiento de aquellos políticos que se preocupen por sus derechos y necesidades para apoyarlos en sus reclamaciones y luchas (aunque solo lo hagan por ganar sus votos).

De hecho, las mayorías se pueden convertir en un problema social. Suponga que se realiza una votación para decidir una política de «justicia por mano propia» y una ciudadanía cansada de la inseguridad vota que se apruebe dicha ley. Al otro día los índices de violencia aumentarían a causa de la ley del más fuerte cobijada por la decisión del pueblo, incluso si esto no llevara a mejorar la seguridad sino a que exista una fuerte impunidad en riñas y venganzas.

Por otro lado está el peligro del voto sugestivo. En mi vida electoral he escuchado a muchas personas decir que van a votar por cierto candidato «porque es el que va a ganar», como si se tratara de una competencia. Como si votar por quien resulte electo le diera estatus o una mejora en su calidad de vida. Se vota por el que más popularidad tenga o por el que pueda derrotar al candidato que no guste. Es un juego de poderes. Las encuestas ayudan mucho a influenciar al electorado y a elevarlo al candidato en los medios de comunicación masivos.

Un voto tiene poder siempre y cuando esté del lado del ganador, de las mayorías. Un voto solitario se siente como un desperdicio.

Alternativa

Si usted está de acuerdo conmigo, encontrará como conclusión que la democracia así como ofrece un poder político también nos obliga a cederlo. Y una vez cedido el poder es imposible recuperarlo. También se entiende que pone en la misma linea de poder político a aquellos menos ignorantes con aquellos definitivamente ignorantes (políticamente hablando, claro). Es decir que una persona con conocimiento, que se dedica a estudiar las propuestas, los presupuestos de la nación, las problemáticas sociales, que plantea soluciones; y sobre todo, que tiene un visible interés en la política, esa persona tiene el mismo poder político de una persona que no se interesa en absoluto, que no le importa y que solo vota por quien le dijo su vecino, jefe o pareja. La democracia no nos impulsa a aprender, no fomenta el aprendizaje político porque aún sin esfuerzo se tiene el mismo derecho al voto que cualquier otro.

Alguien diría: «todos los políticos son iguales, no importa quién gane» y tiene razón, ya que no hay un compromiso serio del electorado por aprender. Los gobernantes son la digna representación de la ignorancia de su pueblo.

Hace tiempo que he estado pensando en todo esto y me he puesto a investigar sobre alternativas a la democracia, me he afanado hasta que por fin la encontré. Se trata de un modelo propuesto, y lamentablemente nunca aplicado: la epistocracia «poder (kratos) del conocimiento (epistéme)».

La epistocracia se trata de entregarle poder político o limitar su participación política a aquellos que lo merezcan. Mucho se habla de la meritocracia hoy día, pero difícilmente se ve aplicada. Si una persona tiene los conocimientos necesarios para brindar su voto de elección, puede ser a través de un examen, tendrá las facultades para hacerlo. Por el contrario, si una persona no muestra actitud, interés o conocimiento de su sociedad ¿qué poder de decisión puede brindar? Lo que podría lograr es ayudar a elegir a una persona igual de ignorante para que tome decisiones por todos. No se trata de un clero de sabios entrenados desde su niñez para dirigir un país, se trata de fomentar la educación de la ciudadanía al tomar la decisión de ceder el poder.

La epistocracia probablemente genere sentimentalismos con aquellos defensores de la igualdad de derechos: todos tienen derecho al voto. Pero no se cuestionan si todos están preparados para hacerlo. Muchos promueven el derecho al voto, incluso hay quienes promueven movimientos de voto obligatorio. Pero no promueven la educación política. Hay quienes no les interesa votar nunca y tampoco educarse, prefieren que otros tomen decisiones por ellos. Lo que la epistocracia controlaría es a aquellos votantes bravucones que no tienen idea de propuestas o política pero que votan y convencen a otros de votar por los candidatos con los que más se identifican, a veces solo por llevarle la contraria al otro candidato por el cual tampoco saben nada pero han estado en un entorno de prejuicios que le han hecho arraigar de pensamiento que solo cierto partido o candidato es bueno y el otro es malo.

Conclusión

La democracia si bien nos brindó un desarrollo social importante frente a otros modelos más restrictivos de libertades, hoy día no se acopla con el liderazgo que requiere una sociedad grande y con necesidades de derechos básicos universales, seguridad, progreso económico y transparencia en gestión pública. Empezando por el poco compromiso de los electores, continuando con los egos y facultades que se toman los gobernantes elegidos, quienes se creen todopoderosos.

La epistocracia no ha sido un modelo implementado, sería muy interesante que algún país o región lo hiciera y compartiera sus logros o fracasos, como todo modelo que se ha implementado en el pasado (incluida la democracia). Mientras esto no ocurra nos toca continuar en el modelo político democrático, bien cabe resaltar que es compromiso del electorado el aprender y convencer a otros a aprender a elegir con consciencia, sin sesgos ni pasiones sino con racionalidad. Que la razón no sea usada para ganar sino para encontrar la verdad despojándonos de prejuicios y egos.

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